viernes, 4 de enero de 2013

La poesía no hace a una mentira cierta.

Estoy metido en un pequeño gran lío como dirían los ingleses.

Ayer cuando llegué de la papelería abrí el buzón más como un hábito que por la esperanza de encontrar algo útil, pero de repente vi un sobre grueso y con mi nombre escrito a mano. El remitente era Ito, ya sabéis, al que le cambiamos el nombre entradas atrás. Resulta que en cuanto lo encontré sabía que el secreto que tenía mi hermana desde hacía unos días es que él me iba a mandar la carta.

No es muy difícil adivinar qué había en ella. De nuevo otra declaración de amor en poesía llena de halagos que en resumidas cuentas me hablaba de que era una tontería que se intentase olvidar de mí, que él tenía todo lo que yo buscaba y que debíamos estar juntos porque él estaba convencido de que yo también le quería a él, de algún modo, pero que le quería.

De pocas cosas estoy seguro últimamente, pero una de ellas es que yo a él no le quiero como está planteando y lo que me mosquea es que tiene toda la seguridad, y hasta me lo exclama, que yo le quiero a él, que seremos muy felices juntos y que sólo tenemos que darnos tiempo para que todo florezca, que ya tenemos comportamiento de pareja y que espera que le diga que lo intentemos, porque en realidad yo sólo le digo que no porque tengo miedo a que me haga lo mismo que el señor inmaduro.

A todos esto se le añade que a mi hermana le ha dicho que le estoy mandando indirectas. No dejé de hablarle como harían otros para que no se sintiese mal, pero veo que eso sólo le ha confundido. Hablaré con él, pero no le volveré a coger tanto el teléfono ni a hablarle tantas veces. Y no sé si lo creerá, pero la poesía no hace a una mentira cierta.

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